No es difícil sentirse romántico en París, solo hace falta escoger a la persona adecuada y dejarse llevar por la multitud de atracciones que la ciudad ofrece. Una vez depositadas las maletas en el hotel, llega el momento decisivo, el primer objetivo al que dirigirse. Las opciones son muy variadas, pero sin duda encaminarse hacia Montmartre no será de las que decepcione.
No hay mejor forma de adentrarse en esta ciudad que hacerlo embebiéndose de su arquitectura y de su belleza, no solo de la Basílica del Sagrado Corazón, sino también de las vistas de la ciudad y de las maravillas que esconde este barrio. Déjate transportar hasta allí en funicular para hacer una primera aproximación de lo que será el fin de semana en esta ciudad.
Adentrarse en el corazón de la ciudad
A vista de pájaro todo parece diferente, incluso os parecerá que la Catedral de Notre Dame está a tiro de piedra, pero solo después de acercarse paseando por la orilla del Sena, cruzando el Pont Neuf, y situarse ante ella podréis contemplar su magnificencia. Este recorrido es recomendable hacerlo a pie, ya que a ambos lados del río se encuentran quioscos en los que se venden curiosas postales antiguas de la ciudad y libros descoloridos de autores franceses.
Al otro lado de la Ile de Cité, en la cual se erige Notre Dame, después de cruzar uno de los puentes más románticos de la ciudad y el único al que se le ha dedicado una película (Los amantes del Pont Neuf), se llega a otra de las zonas más pintorescas, el Barrio Latino. Allí es obligatorio dejarse inspirar, tanto a través del estómago como por los sentidos, en uno de los restaurantes de los alrededores de la Sorbona. En esta zona, los artistas, escritores y filósofos más influyentes de la Europa contemporánea han dejado su huella. Un barrio imprescindible y un lugar perfecto para recorrer juntos las callejuelas más escondidas, las viejas tiendas de libros y los muchos jardines en los que descansar.
Una noche parisina perfecta: cena en la Torre Eiffel, crucero y el mítico Moulin Rouge
Y ya para acabar el día, qué mejor que regalarse un tour organizado con cena y bebidas incluidas en el lugar más romántico de París. Dirigirse al símbolo que atrae a turistas de todo el mundo, la Torre Eiffel en el momento más romántico del día. Una visita que no podéis perderos y que resultará irrepetible al atardecer. En el primer piso, donde se encuentra el restaurante Le 58 Tour Eiffel, podréis disfrutar de las vistas de esta ciudad bajo la cálida luz de un cielo crepuscular.
Después de haber andado tanto durante el día, agradeceréis poder abandonaros al placer de un crucero por el Sena con la compañía Bateaux Parisiens. Realizaréis un recorrido histórico y placentero, que volverá a lugares ya visitados y los que aún os quedan por descubrir. Este tour guiado está disponible en español y dura aproximadamente una hora desde la primera hasta la última parada, que será la más excitante del día: el Moulin Rouge.
Ni siquiera tendréis que dar un paso más, pues el bus que se dirige al barrio de Pigalle, donde se encuentra el Moulin Rouge, os estará esperando en el embarcadero al final del crucero. Una vez allí podréis disfrutar de uno de los espectáculos más clásicos de la noche parisina, acompañado de una copa de champán.
Un último día de relax en París.
Al día siguiente, después de recuperaros de la gran noche, será mejor tomárselo con un poco más de calma y empezar con un desayuno en el hotel Biron, donde se encuentra el maravilloso jardín de la que fue residencia de Rodin. En el lugar podréis contemplar su estatua El beso.
Una forma de despertar los sentidos muy placentera, para después perderse por el canal de Saint Martin, donde entre la Gare du Nord y Republique, los parisinos se recrean los fines de semana con melodías de músicos callejeros y comprando en estrafalarios tenderetes alineados a lo largo del canal. Esta se trata de una parte menos turística de la ciudad y de un lugar perfecto para aquellos que disfruten de descubrir la ciudad en bicicleta, pues los domingos quedan expresamente reservados los lados del canal para estas y los peatones.
Ya para concluir y dejar la ciudad de una forma de lo más relajada, nada mejor que adentrarse en el parque llamado Bois de Boulogne y así alejarse de todos los ruidos de la ciudad, hacer un buen picnic con los mejores quesos y disfrutar del jardín de rosas de la Bagatelle.